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jueves, 9 de mayo de 2013

Cantabria pone en marcha un programa frente al maltrato de hijos a padres


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Los servicios sociales cántabros van a empezar a trabajar con un nuevo programa para prevenir y atajar el maltrato de menores hacia sus padres y contarán para ello con el apoyo del Centro de Atención a la Infancia y la Adolescencia de Laredo, que se especializará en esta tarea.

La consejera de Sanidad y Servicios Sociales, María José Sáenz de Buruaga, ha presentado hoy la nueva estrategia de trabajo en un acto con profesionales del sector y del ámbito judicial en el que ha animado a las familias a buscar ayuda sin "vergüenza" ni "temor", tan pronto como surjan estas situaciones, para que no se agraven. 

Este programa de prevención de la violencia filio-parental es resultado de un trabajo que empezó en el año 2008 ante el aumento del número de menores con actitudes violentas hacia sus familias. Se empezó por estudiar la situación en ese momento, examinando todos los casos de menores atendidos en la región a lo largo de un año. El responsable de coordinar el trabajo ha sido el catedrático de Psicología Criminal de la Universidad de Valencia Vicente Garrido, autor del libro "Los hijos tiranos". En Cantabria, los datos muestran que los casos van aumentando en los últimos años. En 2009, por ejemplo, se adoptaron 23 medidas judiciales por violencia de hijos a padres, mientras que en 2012 fueron 31, casi un 35 por ciento más. Los hijos que maltratan a sus padres suelen tener entre 14 y 19 años (la edad media es de 16,5 años) y en el 80 % de los casos son varones. 

Las causas más frecuentes de este tipo de violencia están relacionadas con trastornos de conducta, como la hiperactividad, el trastorno disocial o el trastorno negativista-desafiante. Y también hay casos del denominado "síndrome del emperador", en el que, según ha explicado Sáenz de Buruaga, el menor "piensa que en su casa no hay más ley que la suya y que todos están a su servicio". Para Vicente Garrido, este tipo de violencia no es algo que haya surgido "de pronto" y piensa que el aumento tiene que ver en parte con un cambio de percepción. Según dice, en los años 80 y 90 se achacaban estas situaciones a "negligencia" de los padres en la educación de sus hijos, pero con la llegada de familias "normalizadas" a los servicios sociales se ha replanteado esa visión. 
Agencia EFE Santander, 22 abr (EFE).- 

“Mi hijo me agrede”

La posibilidad de que un hijo le pegue a su padre o madre se relaciona con procesos perturbadores que tuvo en la infancia. ¿Cuáles son los síntomas de que algo anda mal?

Violencia doméstica
Un hijo puede desafiar, provocar y hasta insultar, pero el pasaje a la acción de agredir físicamente a sus padres denota la imposibilidad de sostener “la palabra” como mediadora de los conflictos entre padres e hijos. 
La alternativa de agresión física para un hijo no se impone de un momento para el otro, sino que tiene una trayectoria vivencial sobre la que se fue construyendo. Un hijo agrede físicamente a sus padres sólo si a ese acto lo precede una intensa perturbación hacia ese hijo. 
Los procesos perturbadores durante la infancia son los que provocan severas alteraciones de la conducta de los hijos en sus diferentes etapas evolutivas. Cuanto más temprano se desarrolle en el contexto familiar, mayor será la posibilidad de que un hijo desarrolle agresividad física. 
Estos procesos no son muy visibles y suelen pasar inadvertidos para los padres. Los pueden provocar los padres y también el entorno social inmediato: otros familiares, amigos, la escuela, etc. Cuando los padres niegan este proceso que sufren los hijos, ellos suelen montar en cólera o desarrollan una sensación de ira, que puede derivar en una conducta de agresividad física.  
Los padres deben prestar atención a estos procesos perturbadores, para evitar futuras conductas violentas. Pueden detectarse observando cómo se desarrolla la vida cotidiana de un hijo en la familia. También en la escuela; de allí la importancia del contacto de los padres con los maestros.  
Los procesos perturbadores se pueden producir por:
- Conductas sobreprotectoras y avasallantes.
- Conductas negligentes y de indiferencia afectiva.
- Situaciones de maltrato o violencia familiar.
- Situaciones de acoso y maltrato psicológico (dentro o fuera de la familia).
- Conductas de descalificación y humillación (dentro o fuera de la familia).
- Procesos de duelo por muerte cercana o enfermedad terminal de un familiar.
- Mudanzas imprevistas.
- Desarraigo no elaborado
- Abuso sexual.
Los procesos perturbadores pueden ser:
Estados de ansiedad: irritabilidad, impaciencia, intranquilidad, desasosiego, hiperquinesia, miedos inmotivados, problemas para dormir, compulsividad en la ingesta de alimentos o golosinas. Durante la pubertad y adolescencia, consumo compulsivo de tabaco, alcohol o sustancias tóxicas diversas. También comerse las uñas, arrancarse mechones de pelo y lastimarse la piel rascándose.
Procesos de angustia: ensimismamiento, introversión, narcolepsia (sueño permanente), distracción, alteraciones de la memoria, hacerse pis en la cama, llanto persistente e inmotivado, mutismo selectivo (silenciamiento o decisión de no dirigir la palabra a determinadas personas), inhibiciones para encarar determinadas actividades, conductas fóbicas frecuentes frente a determinados objetos, fobias sociales, ataque de pánico, entre otros.
Síntomas físicos o psicosomáticos: problemas respiratorios sin causa orgánica, problemas dermatológicos, alergias, dolores de cabeza, caída del cabello, dolores abdominales sin causa, vómitos y diarreas frecuentes e intermitentes durante largos períodos, apneas emocionales (falta de oxígeno) por llanto prolongado que provoca desmayo, entre otros.

Por el licenciado Fernando Osorio, psicoanalista y escritor. Autor de "¿Qué función cumplen los padres de un niño?", de Noveduc Libros.



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